Hay niños de Vigo que creen que salen a comer de restaurante
todos los fines de semana. Van con sus padres a un establecimiento situado en
Teis, que un día fue un asador llamado Mautte Grill. Hoy es un comedor de
caridad, pero no lo parece. Porque se mima hasta el último detalle para que los
comensales se sientan a gusto y, sobre todo, para que los niños no sepan que
les da de comer una institución benéfica.
Me lo cuenta
mi amigo Ricardo, que es el vicepresidente de Vida Digna, la heroica ONG que
gestiona este comedor, donde cada fin de semana almuerzan no menos de
quinientas personas sin recursos, que son, cada día más, vigueses de clase
media empobrecidos por el desempleo.
El menú,
ayer sábado, estaba compuesto por entremeses variados, conejo a la cazuela y,
de postre, melocotón en almíbar.
El
restaurante ha sido dividido en dos partes. En la zona general, comen los que
van solos. Pero el antiguo espacio para fumadores ha sido habilitado
especialmente para familias. Todo allí tiene que parecer idéntico a un
restaurante. Los niños no deben saber que están comiendo en un local de
caridad.
Para
conseguirlo, los voluntarios actúan como camareros. Se sirve y retira cada
plato en todas las mesas. Se acude a consultar si la comida es de su gusto. Y,
en lugar del melocotón de lata, a los postres se les canta una modesta carta,
para que los chavales puedan escoger entre helado, yogur, piña, flan, fruta o
cualquier otra lambonada, que se reservan para esta zona entre las donaciones
que hacen empresas de la ciudad.
Me lo cuenta
ayer mi amigo Ricardo, mientras tomamos una cerveza, y me parece emocionante.
La historia tiene algo literario. Y supongo que esos niños vigueses algún día
entenderán, ya mayores, dónde iban a comer con sus padres. Y lo dura que es la
vida. Y lo jodida que es esta crisis.
Vida Digna,
que pertenece a la
Iglesia Evangélica situada en Vázquez Varela, moviliza cada
fin de semana a dos docenas de voluntarios para atender el restaurante. El
personal son profesionales solidarios de diversos sectores. Que, cuando toca,
se reconvierten en camareros. Tengo el honor de conocer a un cirujano de mucho
prestigio que se pone el mandil y coge la bandeja como si tuviera el título de la Escuela de Hostelería. No
vamos a decir que parezca de El Bulli, pero se da un xeito.
El próximo
fin de semana, Vida Digna tiene un nuevo reto. El sábado, habrá de dar comida y
cena, porque la Navidad
cae en ese día. Tendrán que redoblar sus esfuerzos. Para esa noche, están
ultimando el menú: entremeses, langostinos, ternera al horno, postres y
delicias navideñas.
Me gustaría
decir qué empresa dona los mariscos, pero no me dejan. Aquí todo es anónimo y
desinteresado. Porque unos niños de Vigo saldrán a cenar esta Nochebuena a ese
restaurante donde, cada fin de semana, sus padres los llevan a comer fuera.
eduardorolland@hotmail.com
¡Alucinante y ejemplar!
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